Érase más veces.
Érase una vez, bueno en realidad fueron muchas veces que conozco y reconozco a Alfonso, mi primera vez fue en febrero de 1977 en Madrid. En la facultad de derecho el colectivo TARA y Ajoblanco presentábamos un número extra dedicado a las Energías Libres, primera revista dedicada a la creación de energías alternativas a la energía nuclear, un proyecto que empezamos nueve meses atrás un grupo de jóvenes entusiastas y activistas de un movimiento, que estaba naciendo en España después de la muerte del dictador Franco. Cipriano, Jordi y yo entre otros colaboradores nos paseamos por España presentando el extra de Ajoblanco, Energías Libres.
Después de hacer una presentación en Zaragoza, viajamos a Madrid, donde Cipriano y Jordi, junto con Pepe Ribas y Toni Puig hicieron una breve pero intensa presentación del extra de Ajoblanco. Cuando se dio paso a las intervenciones de los asistentes, destacó uno que llamó la atención de todo el aforo. Empezó hablando de un zapato, de su elaboración artesanal y de la producción industrial, criticó el sistema capitalista, el consumo, el franquismo, la guerra del Vietnam, la necesidad de una alternativa al capitalismo consumista destructor de recursos… terminó su intervención entre aplausos de todo el aforo. Mis compañeros y yo nos miramos y dijimos que había que fichar a ese orador que había resumido en un breve e intenso “meeting” casi todas las ideas que teníamos reflejadas en la revista. Nos presentamos, nos dijo que se llamaba Alfonso del Val, fuimos a tomar algo mientras el seguía hablando y nosotros le explicamos la idea del grupo TARA (Tecnologías Alternativas Radicales Autogestionadas), y también de la posibilidad de colaborar en nuestro colectivo y ahí empezó nuestra relación activista con Alfonso y mi relación de amistad con él.
Viajaba a Madrid a menudo y siempre quedaba en casa de Alfonso, en esa casa donde las paredes son una selva continua y frondosa, donde en el baño se recliclaba el agua. Fue allí, en ese despacho lleno de libros y una incipiente hemeroteca del periódico El País, donde Alfonso me contó su lucha y victoria por el desvío de la autopista de Pancorbo, donde escuché atentamente sus comentarios sobre la lucha del movimiento ecologista, me habló de personas que no conocía: Mario Gaviria, José Manuel Naredo entre otros, luego colaboraron en nuestra revista Alfalfa, revista que se inició en junio de 1977 y llegó hasta 1978, Alfonso y el colectivo Tierra fueron nuestro enlace en Madrid, a partir del segundo número.
Alfonso del Val desde Madrid fue uno de los colaboradores más activos de las decenas de activistas que tuvo la revista. La preparación del número 0 de la revista Alfalfa fue un ejercicio de aprendizaje duro pero al mismo tiempo estimulante, nadie del grupo TARA tenía idea de periodismo, Pep Plà y yo habíamos trabajado como diseñadores, yo había dibujado cómics y realizado alguna ilustración en los ámbitos de la contracultura de Barcelona, un grupo de activistas sin ninguna preparación en el negocio de la prensa y con poco conocimientos de la movida ecologista y del activismo, a excepción de Jordi Alemany y Cipriano Marin que habían publicado en Ajoblanco.
Alfalfa salió unos días más tarde, un número artesano y parecido a muchos impresos clandestinos del momento, a excepción de las cubiertas, la distribución y la editorial que nos editaba, el interior era un “collage” verde y negro, lleno de ilustraciones, fotos y titulares ocurrentes, donde hicimos un repaso a las luchas y denuncias ecologistas de todo el territorio español. Fue nuestro bautismo de fuego, meses mas tarde en noviembre de 1977 apareció el número 1 de Alfalfa, revista de crítica ecológica y alternativas, durante ese intervalo participamos en Ibiza, en la primera Semana internacional de Solidaridad Ecológica, montamos diversas cúpulas geodésicas gracias a unos arquitectos que colaboraron con nosotros, el grupo TARA montó en plan artesanal un molino de viento, placas solares y con un paraguas se hizo un fogón solar que causó gran admiración en la televisión local, que grabó como freír un huevo frito utilizando la energía solar. Admirados por los neófitos pero despreciado por las élites del ecologismo, científicos y periodistas, uno de ellos Pedro Costa Morata nos hizo una crítica feroz e innecesaria en la revista Triunfo, aunque creo que nosotros y un grupo de activistas que tomaron la isla de Sa Dragonera para evitar su urbanización, hicimos más por divulgar el ecologismo que todos los conferenciantes de la jornadas.
Más tarde en ese mismo año, me reencuentro con Alfonso en Cercedilla. En un decorado idílico de la sierra madrileña se discutió durante un fin de semana, la constitución de la Federación Ecologista de España, Alfonso, Cipriano, yo y algunos más, propusimos la nomenclatura de Federación Ecologista Ibérica, pero triunfo la primera propuesta, la secretaria de esa federación la cedieron a Catalunya, a petición de los grupos catalanes, Depana, Periodistes ecologistas y otros que no querían que estuviera centralizada en Madrid. Fuimos Cipriano, Alfonso y yo los que conseguimos ese acuerdo sin muchos problemas, aunque el grupo TARA dijo que no participaría en esa secretaria. Más tarde esa secretaria fue inoperante en todo el año que estuvo en Catalunya.
Las Jornadas libertarias de junio de 1977, fue un hito o el principio del fin de la transición, de los movimientos contestatarios y ácratas, Alfonso aparece de nuevo en Barcelona, en los debates en el Saló Diana, Jordi también participa, mientras otros miembros del grupo TARA estamos en el Parque Guell. En la zona más alta del parque montamos una cúpula geodésica con molino de viento y mostramos las posibilidades de las energías alternativas a la nuclear. En el saló Diana se escucharon los diferentes parlamentos y propuestas del movimiento libertario del momento, en una de las sesiones grabadas, Alfonso hizo una de las intervenciones más interesantes, hablando del presente y futuro del movimiento contestatario y olvidando las ideologías del pasado.
Mis visitas a Madrid igual que Alfonso viniendo a Barcelona fue afianzando nuestra relación, sus vivencias familiares se mezclaban con sus historias vividas y sus relaciones con el poder y sus contactos, en Barcelona conoció a nuestros colaboradores, igual que nosotros íbamos conociendo a los activistas que antes de Alfalfa ya trabajaban por la ordenación de territorio y las barbaridades urbanísticas industriales del franquismo, entre otros conoció a un experto en energía nuclear y antimilitarista como Vicenç Fisas, su compañera Aurora Moreno, Jaume Serrasolses fundadores del CANC (Comité Antinuclear de Catalunya), Joaquim Corominas fundador de Ecotecnia (primera empresa de energía eólica de Eapaña) junto a Josep Puig, primer concejal ecologista del ayuntamiento de Barcelona.
En febrero de 1978, nos invitaron a una reunión antinuclear en Ferrel (Portugal), allí nos fuimos a presentar la revista Alfalfa. Desde Girona y a bordo de un 600, Josep Planas, maestro y activista ecologista junto a una compañera, con el coche lleno de frutos secos, galletas biológicas y zumos, con una primera parada en Barcelona, donde me incorporé con un cargamento de diferentes números de Alfalfa. Pusimos rumbo a Portugal pasando por Madrid, en la capital recogimos a Alfonso. Desde Madrid y el coche cargado hasta los topes pusimos rumbo a Extremadura y entramos en Portugal por la frontera de Badajoz, no sin antes convencer a la guardia civil de la frontera de que nos dejaran pasar, ya que Josep Planas se olvidó el pasaporte en Girona. Josep Planas iba con muletas, nunca le preguntamos el problema que tenia, si era polio o una esclerosis degenerativa, pero conseguimos cruzar la frontera, llegamos a Caldas de Rainha, cerca de Ferrel, unas vallas rodeando una antena, unos guardias vigilando y unos cientos de manifestantes fue el acto de protesta, por la noche participamos en la fiesta Pela vida contra a nuclear y en un debate posterior sobre el tema energético y antinuclear. Entre los participantes estaba un cansado José “Zeca” Alfonso, cantante del Grandola Vila Morena, himno de la revolución de los claveles, nos dedicó un disco y también comentó que tuviéramos cuidado con la transición en España ya que en Portugal los principios del 25 de abril estaban por los suelos. Dos días conviviendo con nuestros colegas portugueses donde se volvió a plantear la posibilidad de crear un movimiento antinuclear ibérico, los compañeros portugueses estaban todos de acuerdo. Repartimos y vendimos nuestra revista Alfalfa, y quedamos para otra ocasión. En Portugal no se ha construido ninguna central nuclear, pero como dijo uno de los asistentes, de que nos sirve ir en contra de las nucleares portuguesas cuando a unos metros de la frontera el gobierno español iba a construir las centrales nucleares de Almaráz y Valdecaballeros.
A mediados de verano de 1978, un Ajoblanco en crisis decide suspender la edición de Alfalfa, parte de los trabajadores de Ajoblanco y algunos compañeros de Alfalfa querían refundar la editorial Ajoblanco. La mayoría de colaboradores y yo pedimos la cabecera de la revista Alfalfa, Jaume Roselló iba a financiar la revista si conseguíamos la cabecera. Conocía a Jaume Roselló editor de Pastanaga, porqué había colaborado en algunos trabajos, su familia tenía una imprenta en Gràcia, el número 0 de Alfalfa se hizo en esos talleres. Jaume quería editar una revista (más tarde fue el editor y creador de la revista Integral y Cuerpo y Mente). La propuesta de cesión de la cabecera fue rechazada por los gestores de Ajoblanco, ante esa negativa Alfonso y el colectivo Tierra decidieron crear su propia revista junto a algunos de los colaboradores de Alfalfa.
Se puso en marcha El Ecologista nombre elegido para la nueva revista, desde el inicio todos nuestros contactos, experiencias y algunos materiales fueron a parar a la redacción de El Ecologista. Conocí a Elena, Pablo, Gus, Agus, Ángel y otros, miembros del colectivo Tierra. Nos veíamos en el estudio de la calle Segovia, al lado del viaducto, edificio antiguo pero con carácter, con escaleras de madera, por cierto, un espacio más acogedor que la redacción que teníamos en Barcelona, en la calle Boqueria, la electricidad pinchada de la escalera, un ínfimo water, la pequeña sala de reuniones con una mesa donde convivíamos todo el equipo, redactores, colaboradores y diseñadores, y otro escuálido espacio de almacén.
La revista El Ecologista se puso en marcha, colaboré con ella activamente hasta el número especial de Catalunya donde coordine junto a Jaume Serrasolses a todos los colaboradores de la comunidad de Catalunya, en el número especial de cómic, hice cuatro páginas sobre una postcivilización después de un desastre ecológico.
Mientras el Ecologista y Alfonso seguían su curso en Madrid, yo me embarqué en un proyecto de prensa de proximidad en el barrio de Gràcia, un periódico quincenal en tono satírico como mucha prensa catalana de antes de la Guerra civil. El Badall de Gràcia llegó a todos los lugares del barrio, antigua ciudad anexionada a Barcelona. La experiencia duró lo que duran la mayoría de proyectos de este país, la crítica y las bromas molestan pero la mayoría las soportan aunque las critican.
Seguía en contacto con Alfonso, nos veíamos en Madrid o en Barcelona, El Ecologista y El Badall de Gràcia fueron proyectos del mismo momento, parecía que estábamos inventando todo, desde el periodismo y activismo ecológico hasta la prensa de barrio, en esos momentos en el país las revistas alternativas, los fanzines y otros materiales, desde pintadas y carteles fueron la avanzadilla democrática o el último suspiro del antifranquismo, la transición, el golpe de estado de Tejero y luego la toma del poder del PSOE, hizo abandonar muchos proyectos denominados alternativos, habíamos llegado a la “normalidad democrática”.
En el verano de 1984, Alfonso me llamó contándome el proyecto de recogida selectiva de basuras en Pamplona, en esos momentos hacía diseño, cómics y trabajaba en un taller de serigrafía. Me pidió si podía colaborar con el grupo Lorea en la parte de comunicación y educación ambiental, yo estaba a la espera de que me contrataran para trabajar como maestro de taller de Artes Gràficas. Era verano y me apunté a la movida de Navarra, convencido de que el tema tenía el mismo interés de las cosas que defendíamos años antes en Alfalfa y El Ecologista.
Alfonso y el grupo Lorea supo aprovechar el momento para introducir en este país la recogida selectiva de basuras. Era como volver a los inicios del grupo TARA, con sus tecnologías alternativas a la Nuclear, sus movidas callejeras, asambleas, discusiones. El molino de viento, el autobús reciclado en oficina, el apoyo de mucha parte de la población, todos esos elementos que son necesarios para llevar un proyecto adelante. Trabajé en una escuela de Antsoain, montando un taller de serigrafía para la comunicación, en otros proyectos de educación ambiental y hasta tuve tiempo de colaborar en una Campaña anti OTAN, junto con Alfonso, anarquistas, trotskistas y otros. Haciendo y pegando carteles con jóvenes que temían pegar los anuncios Anti OTAN encima de antiguos carteles del Gudari eguna, tuvimos un pequeño encontronazo, pero sin ninguna importancia. El fin de fiesta fue una manifestación anti OTAN en la Plaza del Castillo y días antes, junto con otros compañeros preparamos una “performance”, era una actualización de la escena del Gran Dictador, donde Charles Chaplin juega con un globo terráqueo hasta que explota. Cambié los personajes y puse al Tío Sam y un Oso con gorro de cosaco, jugando los dos con una esfera del mundo. Cuando se presentó este proyecto a la asamblea anti OTAN, el dirigente de HerriBatasuna, nos dijo que era una manifestación anti OTAN, y a santo de qué íbamos a meter al Pacto de Varsovia por el medio. Punto y final, la actuación no se hizo, la manifestación fue una de las últimas actividades que hice en Pamplona.
En Octubre de 1984 me incorporé a un instituto de Formación Profesional de Cornellà del Llobregat, empecé impartiendo clases de Artes gráficas, ahí terminó otra etapa de mi vida, la del movimiento “contracultural” al activismo ecologista antinuclear. Seguí manteniendo la amistad en la distancia con Alfonso, durante estos años nos veíamos en Barcelona, Madrid o Pancorbo, donde tuve la ocasión de vivir sobre el terreno todas las vivencias sobre la lucha contra la autopista para preservar Pancorbo, días maravillosos visitando la calzada romana, las diferentes comunidades que habitaron el peñasco donde quedaban los restos de una fortaleza, una colonia de buitres nos acompañó en la ascenso y descenso de la colina, una visión panorámica del desfiladero y esa autopista de dos carriles que se dibujaba en el fondo me hizo valorar la batalla ganada por Alfonso unos años antes.
Las largas llamadas telefónicas y las visitas mutuas a nuestras ciudades, pateando las calles, paseando horas y horas, cruzando avenidas y ramblas, conversando, escuchando, sirvieron para seguir todas las vivencias de Alfonso, desde las relaciones personales, con los encuentros y desencuentros sentimentales con nuestras compañeras, los nacimientos de nuestros hij@s, las adolescencias y el paso del tiempo, con sus enfermedades y experiencias. Cada trabajo que emprendía Alfonso me hacía participe con todos los detalles. Parte del libro de El Reciclaje se hizo en mi estudio de Barcelona, junto a Alvaro editor de Integral, nos pasamos algunas jornadas buscando tipografías, escaneando fotos y maquetando el libro.
Supe de sus intervenciones en Canarias, sus conferencias diversas por toda España, sobre la recogida selectiva de basuras, incineradoras, consumo responsable, sus viajes a Sudamerica o al Veneto haciendo un peritaje para la comunidad europea sobre la elaboración de papel de algas. En 2007 le preparé una página de Blogger, para que hiciera sus pinitos en la red, no llegó a funcionar, pero hubiese sido una página histórica para leer y entender el pensamiento y actitud de Alfonso delante de los retos de este pasado-presente-futuro que nos encontramos. Las ediciones de sus libros, los problemas del peritaje de la planta de Valdemingómez, sus viajes a Cuba, Venezuela, Perú… La relación con los nuevos movimientos políticos como el 15M, y la ausencia de planteamientos radicales ecologistas en esos corrillos de la plaza del Sol y la plaza de Catalunya, su necesidad de contrastar y valorar las informaciones, sus análisis y visión de futuro sobre el reciclaje, la energía, el consumo, el “cambio climático”, y la crisis continua del capital. También hemos tenido tiempo de hablar de la crisis territorial de España y de nuestras historias personales, todas las conversaciones con esa fluidez y manejo del idioma, a veces con repeticiones pero siempre coherente con esa trayectoria contestataria que viene del mayo del 68 y nos acerca a un pensamiento anticapitalista radical. Hasta le publiqué una critica de teatro (el rey) realizada por Alfonso, en una revista digital (revista Rambla) que codirigia en Barcelona.
Colaborador altruista con los movimientos sociales y grupos que han pedido su asesoramiento y crítico con la industria de la incineración de residuos, las eléctricas y todo aquel que sólo busca el beneficio inmediato a costa de los recursos y la explotación de la clase trabajadora. Durante estos años he recopilado diferentes materiales realizados por Alfonso que han ido apareciendo en Internet y también he digitalizado sus libros, para regalar a todos los que se lo han pedido.
Su sentido crítico hace difícil la “militancia” en cualquier tipo de partido, esa forma de ser ha hecho de Alfonso un “desconocido” para la mayoría de ciudadanos, aunque ha realizado muchos proyectos para diferentes colores políticos y ha trabajado con distintos movimientos ecologistas, sus enseñanzas y conocimiento han contribuido a crear una conciencia sobre el reciclaje, las incineradoras y el consumo. Sus publicaciones han sido una referencia para tesis y trabajos sobre los diferentes temas que ha trabajado durante sus años en activo. Al mismo tiempo su independencia le ha mantenido al margen de las movidas políticas y de las organizaciones, quizás eso ha difuminado sus valores y saberes, pero es por esa misma razón que valoro su actitud y conocimientos, y agradezco lo que he aprendido de él como persona y como amigo.
Evelio Gómez
junio 2020