Palabras al mayor poseedor de palabras…, vivo.
Palabras al mayor poseedor de palabras…, vivo.
Los sonidos de la olimpiada de Barcelona reverberaban aún el aire, tiempo ha, siglo pasado.
Para mí, funcionario con el condumio asegurado, ya no tan joven, momento en el que gastar un, quien sabe, quizás un último cartucho de cambio de vida.
Pero me faltaba algo, alguna señal.
Una beca, de esas que de tanto en tanto regalaba (entonces) el ministerio, me puso muy fácil rastrear señales, cómodamente, sin riesgos.
Perdí varios rastros.
Hasta que un día, un desconocido olor, hummm, venía de un libro, lo hojeé para ver qué era que así olía.
No miento ni pizca si digo que la lectura de ese libro determinó mis siguientes décadas profesionales, hasta hoy, casi, casi treinta años después.
No sabía entonces que ese Alfonso, al que me asomé por la ventana de su “El libro del Reciclaje”, era la hipérbole de las palabras, no de la palabra, de las palabras, en plural, en muy amplio plural. Tan solo vi que allí, bien ligadas al papel, muy bien escritas, en armoniosa formación, las palabras me iban tomando, me tomaron, sin ahogo alguno y se me abrió un mundo del que ya sospechaba, pero que no sabía.
Me he dedicado al reciclaje de residuos desde esa lectura, ininterrumpidamente hasta hoy, y más allá……….
Luego, sin mucho entretenerme, fui a conocer en persona a ese muñidor de ilusiones y, efectivamente, era la hipérbole de las palabras que prometía ser, vaya si lo era. Ahí en vivo, sin papel que las fijase, las (sus) palabras brincaban, envolvían, maniataban. Te tomaban también, como en el libro, pero, bueno, ahora ya no quedaba tan claro que no fuesen a ahogarte. Menos mal que, siendo del norte y lector, nadaba bastante bien, en mares de aguas y en mares de palabras y, además, logré agarrarme a algún tablón, no sé a cuál en aquel momento, alguno, no recuerdo, como muchos otros a los que me fui agarrando a lo largo de los años cada vez que este inacabable regalador de palabras andaba lo suficientemente cerca.
A medida que mis miembros(todos ellos) ya no van nadando tan bien, pues me he tenido que mantener algo al margen de esas corrientes tan fuertes, pero jamás, nunca, podré olvidar la exaltación creativa que puede llegar a producir ese mar al que tanto debo.
Carlos Pérez Losada
En Pontevedra a 29 de julio del 2020